Al igual que no eres capaz de hacerte cosquillas a ti mismo, otros fenómenos no te afectan si
provienen de tu propio cuerpo.Por ejemplo, desconectamos absolutamente de los sonidos
personales que emitimos, como nuestros pasos.
Hasta hace poco tiempo la ciencia no sabía cómo el cerebro lograba esta hazaña,
un misterio sobre el que ha arrojado luz un nuevo estudio publicado en la revista Nature.
El propósito de la investigación, realizada en la Facultad de Medicina de la Universidad
de Duke, fue comprender cómo las neuronas se alian para que ignoremos
ruidos de esta índole.
"Para hacer eso, estudiamos los cerebros de los ratones. Y construimos un sistema de
realidad aumentada para que cuando los ratones corrieran, pudiéramos controlar
experimentalmente los sonidos que escuchaba", explica el investigador principal, David Schneider.
Cuando los roedores esperaban que su caminar sonara de una manera particular,
las neuronas en la corteza auditiva, uno de los principales centros auditivos del cerebro,
dejaron de responder al ruido. Así, parecía que los animales empleasen auriculares
especiales que podían filtrar el sonido de sus propios movimientos, tal y como explica Schneider.
En contraste, cuando los investigadores reproducían un sonido inesperado,
las neuronas situadas en la corteza auditiva mostraron grandes respuestas.
Dicho de otro modo, a medida que los ratones se familiarizaban con los sonidos de su propio caminar,
se cambiaron algunas conexiones importantes entre la corteza auditiva y
la corteza motora, que es la parte del cerebro responsable del movimiento.
Al fortalecerse las nuronas inhibitorias, estas se activan al caminar el ratón,
"creando un foto negativo del sonido que el ratón esperaba, lo que podría cancelar
el sonido esperado cuando se escucha".
Un fenómeno que también sucede con las teclas o la respiración
Esta explicación científica no solamente se ciñe a los pasos, sino que abarca otros sonidos
corporales propios como la respiración -rara vez alguien que respire muy fuerte es
consciente de ello- o el acto de teclear con virulencia al escribir. Para cualquier criatura
acostumbrada a ser cazada, como los ratones, esta capacidad de filtrar los propios
ruidos inocuos y enfocarse en los más potencialmente peligrosos es crítica.
Este es también el mismo fenómeno en el juego cuando cantamos, hablamos o tocamos música.
"El mecanismo que hemos descrito en este documento, la capacidad de ignorar las consecuencias
esperadas de nuestro movimiento, nos da la capacidad extra genial de detectar cuándo nos
equivocamos. Entonces, si toco el piano correctamente, yo lo escucho, claro, pero mi corteza
auditiva está bastante silenciosa. Pero cuando si toco mal, obtengo una respuesta mucho mayor",
explica Schneider. Este sofisticado mecanismo cerebral nos permite aprender del ensayo y del error.
Los investigadores quieren aplicar sus descubrimientos a nuevos estudios sobre la esquizofrenia,
en torno a la cual podrían estar implicados los mismos circuitos cerebrales.
"Se ha sugerido que las alucinaciones y voces fantasma podrían deberse a una conectividad a
lterada entre los centros motores y auditivos del cerebro. Por ello, nos gustaría estudiar
ratones que tienen mutaciones genéticas similares a los que están asociados con la esquizofrenia en humanos", apunta el investigador.
Aunque los pasos no tienden a ser demasiado molestos para los humanos, otros sonidos como
la respiración agitada o el ruido de masticar pueden resultar totalmente insoportables.
Sin embargo, los tres sonidos más irritantes para el cerebro humano son un cuchillo
en una botella, un tenedor en un vaso o tiza en una pizarra, según un artículo de
2012 que vio la luz en el Journal of Neuroscience
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