jueves, 21 de enero de 2021

Las científicas del coronavirus, episodio 6: salud pública

Margarita del Val: “Frente a la covid, debemos pensar en conductas sencillas con efectos potentes” Una de las voces que más se ha escuchado es la de la viróloga e inmunóloga Margarita del Val. La científica del CSIC fue una de las primeras en advertir sobre las dimensiones de la pandemia. En el sexto y último episodio de esta audioserie, habla sobre salud global, epidemias y conducta social, y se emociona al animar a las niñas a estudiar carreras científicas: “Os necesitamos a todas”. Núria Jar 23/12/2020 07:00 CEST
La inmunóloga y viróloga Margarita del Val. / CMB-CSIC
 Quedamos en el exterior, nos sentamos a dos metros de distancia y en ningún momento nos quitamos las mascarillas. Entrevisté a la viróloga e inmunóloga Margarita del Val (Madrid, 1959) a mediados de septiembre, en un momento en que la situación epidemiológica en Madrid era preocupante. “Me temo que no es la peor semana, todas las siguientes van a ser peores, no te preocupes”, me dijo para tranquilizarme. El mismo día que nos encontramos, pero del año 2009, recuerda perfectamente que la curva de la gripe A empezó a subir. “No es que yo tenga una bola de cristal”, repite en más de una ocasión para despojar de magia sus predicciones. En España, Del Val fue una de las primeras personas en dar la voz de alarma sobre lo que estaba a punto de acontecer: 
“Tendríamos que haber reaccionado en cuanto Italia entró en colapso”, asegura. Antes de que el Gobierno español decretase por primera vez el estado de alarma, la investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO-CSIC) colgó un artículo en su blog en el que advertía del crecimiento exponencial de los contagios, así como de la necesidad de cuarentenas, trazados de contactos y medidas de contención para reducir la velocidad de propagación del nuevo virus. Su mensaje se hizo viral. 



De nuevo le quita importancia: “Tampoco era yo tan visionaria, ¿eh?”. “Los seres humanos hemos vuelto a creernos que somos el centro del universo y que somos muy potentes, pero este pequeño virus nos está mostrando lo vulnerables que somos” Margarita del Val coordina la plataforma Salud Global que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) puso en marcha el mismo día que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de coronavirus, una estructura que agrupa a más de 300 grupos de investigación de toda la geografía española. “Aquí [el desafío] es enfrentarse claramente a la epidemia de coronavirus, pero con vocación de futuro, porque puede haber más retos de salud, como otras epidemias, la resistencia a antibióticos o nuevas infecciones por el calentamiento global”, cuenta con pasión sobre los desafíos de ‘una salud’ que englobe a humanos, animales y entorno. Pero, a pesar de la perspectiva global de estos retos de salud, en esta pandemia ha habido líderes políticos, como el estadounidense Donald Trump, que han señalado al país de origen del virus como los culpables de su existencia. “¿Por qué están surgiendo en China? No porque los chinos sean unos irresponsables. Si se hace un círculo que englobe India, China e Indonesia, ahí está la mitad de la población mundial y esa densidad tan alta y su rápido nivel de desarrollo favorecen claramente la transmisión”, comenta Del Val sobre el inicio de una pandemia, que ha emergido en el mundo de la superpoblación, la emergencia climática y la globalización. “Los seres humanos hemos vuelto a creernos que somos el centro del universo y que somos muy potentes, pero este pequeño virus nos está mostrando lo vulnerables que somos”. El virus no nos afecta a todos por igual Aunque todos seamos vulnerables al nuevo virus, este no afecta igual a todo el mundo. Del Val es directa: “No se le puede pedir lo mismo a unos que a otros. El que trabaja en casa y se ha aislado de todo el mundo y tenía unos medios tecnológicos fantásticos, ¡claro que se ha contagiado menos! Pero no ha sido por sus méritos. El que se ha contagiado mucho no ha sido por sus errores, es porque la situación no le estaba apoyando para casos de pandemia”. “Si a la sociedad le duelen las personas con menos recursos, tiene que cuidar de ellas” La científica recurre a la etimología de la palabra epidemia para reforzar su idea: enfermedad de la sociedad. “Si a mí me duele la garganta yo no me olvido y paso de ella, la tengo que curar. Si a la sociedad le duelen las personas con menos recursos, tiene que cuidar de ellas”, subraya. Una de las preguntas que se hacen muchos es hasta cuándo tendremos que tener cuidado. ¿Cuánto queda para el final de esta pandemia? Por su parte, Del Val está plenamente concienciada: “Prefiero estar preparada para varios años y que luego sea más corto, porque las fuerzas las tienes que ir reservando”, contesta. Ella lo compara con tener hijos: “Hay gente que lo ve como una cosa tremenda porque no va a poder quedar con los amigos, ir al cine o salir. Bueno, es cierto que eso lo vas a limitar durante unos años, pero los hijos crecen y eso vuelve. Los hijos también son un reto y… es un reto del que uno sale enriquecido”. Su recomendación es tomárselo como otra etapa más de la vida. A las futuras científicas: “Os necesitamos a todas” Margarita del Val se aplica el mantra de disfrutar del momento y no preocuparse por lo que echa de menos. En sus últimas vacaciones, en verano, pasó unos días en el campo para priorizar los espacios abiertos y estar todo el día al aire libre. “La ciencia es muy bonita. Para las mujeres puede que sea un poco más difícil, pero nosotras somos las que lo vamos a cambiar” La científica cuenta que el viaje en coche hacia el destino lo hizo en compañía de su marido y su hijo. Como este último no estuvo confinado con ellos, hicieron el trayecto con las mascarillas puestas. “Hay que pensar en cada momento: ¿hay una alternativa sencilla y que tenga un efecto potente? Pues si la hay, la tomo”. Al final de la entrevista, Del Val quiere mandar un mensaje a las nuevas generaciones, sobre todo a las niñas a quienes les guste la ciencia. Solo comenzar con su discurso se le rompe la voz. Se emociona: “Fíjate tú qué tontería”. Pero no puede evitar que le dé pena, dice, que las mujeres no comiencen carreras de investigación. “La ciencia es muy bonita. Para las mujeres puede que sea un poco más difícil, pero nosotras somos las que lo vamos a cambiar”. Ya parece inevitable, vuelve a emocionarse. Pero coge aire y antes de terminar verbaliza: “Os necesitamos a todas”. Fuente: SINC Derechos: Creative Commons

martes, 19 de enero de 2021

Las científicas del coronavirus, episodio 5: modelos

Clara Prats: “El día más dramático llegó cuando una de las muertes era la de un amigo”

Los números son imprescindibles en esta pandemia. Clara Prats, investigadora del grupo de biología computacional y sistemas complejos de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), ha trabajado incansablemente para elaborar informes diarios con predicciones de la crisis sanitaria global. En el quinto episodio de esta audioserie, Clara explica cómo se convirtió en la modelizadora del nuevo coronavirus.
Clara Prats trabajando durante el confinamiento. / UPC


La pandemia de coronavirus nos ha cambiado la vida a todos. Desde marzo hemos dejado de abrazarnos, viajar y celebrar reuniones multitudinarias. Incluso cantar en un coro se ha convertido en una actividad de alto riesgo. Diversos brotes en ensayos corales han demostrado que el virus se propaga por el aire, sobre todo en locales mal ventilados donde se alza la voz constantemente. “Estoy desesperada”, admite Clara Prats, investigadora del grupo de biología computacional y sistemas complejos (BIOCOM-SC) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Los dos motores de su vida son la ciencia y la música. Para ella, soprano desde hace años, cantar es una vía de escape emocional que ahora echa de menos. Clara es física, pero hace años que colabora con médicos del Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol (IGTP) para aplicar las matemáticas al conocimiento de enfermedades infecciosas, como la tuberculosis. Sus modelos sirven para entender mejor su comportamiento. “Antes de la covid tenía una vida más o menos tranquila, podíamos trabajar de forma reflexiva”, cuenta sobre la etapa anterior al coronavirus. En cambio, ahora la cadencia de trabajo es muy distinta: “Me acuerdo de levantarme por la mañana, sentarme en el ordenador y no me acordaba ni de comer”, asegura sobre las semanas de confinamiento, en las que trabajó de 12 a 14 horas diarias. Su investigación en coronavirus empezó por curiosidad cuando los primeros datos llegaron de China: “A mi compañero Daniel López le encanta aplicar modelos matemáticos a todo lo que puede”. Su objetivo era intentar predecir a corto plazo la dinámica del virus y luego comprobar si habían acertado. Mientras ajustaban los modelos, la epidemia saltó a Europa. El avance del virus despertó la preocupación de muchos gobiernos. La Comisión Europea les encargó un análisis diario con predicciones a corto plazo de la pandemia: “Lo que estábamos haciendo servía para una decisión que se iba a tomar mañana o pasado. Fue un cambio brutal”, destaca.

La Comisión Europea le encargó un análisis diario con predicciones a corto plazo de la pandemia: “Lo que estábamos haciendo servía para una decisión que se iba a tomar mañana o pasado. Fue un cambio brutal”

A pesar de la presión, Clara tiene claro que su ámbito de trabajo son los datos y no la toma de decisiones, en las que entran en juego “una amalgama de factores diferentes” que se deben tener en cuenta para decidir las medidas correctas en el momento adecuado. No es que quiera borrar responsabilidades políticas, simplemente subrayar que hay muchas más cuestiones que entran en la toma de decisiones. “No es 2+2 son cuatro, es bastante más complicado que eso”, enfatiza. En esta crisis, uno de los grandes problemas con los que Clara y su equipo se han encontrado han sido los datos, la materia prima de los modelos estadísticos para entender la evolución de la pandemia. “Los sistemas de información de salud pública no estaban preparados ni en España ni en el resto de Europa”, considera sobre la falta de números como quién contagia, cuándo transmite la enfermedad y a qué ritmo. Al principio, su modelo solo se basaba en los nuevos diagnósticos, pero fueron perfeccionando sus ecuaciones a medida que también mejoraba la gestión de los datos. “Tú ves cómo va creciendo el número de casos y a partir de ahí sacas la ecuación de una curva que te permite predecir, pero sin conocer las entrañas de la enfermedad”, explica sobre las primeras semanas.  

En la tele con el niño

Los datos sobre la pandemia han eclipsado la información diaria. Al inicio los números disponibles eran los positivos confirmados, las hospitalizaciones, los ingresos en las UCIs y los fallecidos. Pero, poco a poco, los números se fueron perfeccionando con otros indicadores como la velocidad de contagio o el riesgo de rebrote, este último desarrollado por el grupo BIOCOM-SC. Al ser la coordinadora del grupo de coronavirus, Clara ha aparecido en numerosas entrevistas. Sus intervenciones en medios de comunicación han roto las estadísticas que daban una mayor presencia mediática a los expertos: tres hombres por cada mujer.

“Creo que los niños y niñas han sido los grandes olvidados. Estuvimos encerrados en casa y pretendíamos teletrabajar con ellos. Yo creo que no se merecían lo que les ha tocado, aunque no había alternativa”

Una de las entrevistas más recordadas de Clara es la del verano pasado en La Sexta, en la que vivió la interrupción infantil de uno de sus dos hijos. “Al poco de empezar yo noto que hay un bebé y mi editor me dice por el pinganillo: ‘Es que está con el niño’. Y entonces decidí decirle que se dedicara lo importante”, dice a SINC la periodista María Llapart, que decidió cortar la entrevista. “Le dije que si luego podía hablaríamos con ella, no si quería. A veces se nos olvida que las mujeres no siempre pueden hacer todo lo que quisieran, no tenemos las herramientas para hacerlo”, aclara. Por su parte, Clara recuerda la anécdota con una sonrisa: “Al final, la interrupción que tuve en directo es un reflejo de lo que nos ha estado pasando estos meses. Te ves obligada a trabajar en casa y con los niños”, cuenta. También añade que, más allá de la anécdota, considera que es importante que se visibilice esta situación: “Creo que los niños y niñas han sido los grandes olvidados. Estuvimos encerrados en casa y pretendíamos teletrabajar con ellos. Yo creo que no se merecían lo que les ha tocado, aunque no había alternativa”, opina.  

Tragedia tras las cifras

Sobre la conciliación de la vida profesional y familiar, Clara se considera afortunada: “Algunos miembros del grupo tenemos hijos, algunos no tienen, algunos los tienen mayores ya, y eso también ha determinado un poquito el horario de trabajo, cuándo podíamos estar y cuándo no podíamos estar. Y entre todos nos hemos ido cubriendo como hemos podido. En ese sentido nos hemos apoyado todos mucho –alaba continuamente a su equipo–. Nos hemos ido adaptando. En eso, tengo muchísima suerte”, asegura.

“El ritmo de trabajo me salvó de darme cuenta de la magnitud de la tragedia”

A nivel más personal, Clara cree que “un ritmo tan bestia” de trabajo la salvó de darse cuenta de “la magnitud de la tragedia”. Para ella, el día más dramático fue cuando detrás de las cifras de fallecidos por la covid-19 había un amigo de la familia. Además, incide, en un momento en el que los pacientes no podían estar acompañados en las UCIs: “Tú sabías que esta persona estaba empeorando muchísimo y que su familia estaba en casa sin poder hacer nada. De hecho, lo pienso y aún me remueve por dentro”.
Fuente:
SINC
Derechos: Creative Commons

domingo, 17 de enero de 2021

Las científicas del coronavirus, episodio 4: tratamientos



Núria Montserrat: “Nuestro trabajo científico nunca había sido útil en un tiempo tan corto”

Las científicas han publicado menos sobre la covid-19 que los hombres. Lo de Núria Montserrat es una excepción. En pleno confinamiento, sus minirriñones sirvieron para probar un fármaco que impide la infección del SARS-CoV-2. La investigadora del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) cuenta las peripecias de estos meses tanto en el laboratorio como en su casa, donde vive con su pareja y sus tres niños.
Núria Montserrat, del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC).
Al inicio de la crisis del coronavirus, el desabastecimiento de material sanitario supuso un problema en muchos países. En aquel contexto, las impresoras 3D sirvieron para fabricar mascarillas y respiradores. Pero más allá de la producción de productos muy solicitados, esta tecnología presume de aplicaciones infinitas. Hace años que Núria Montserrat, investigadora ICREA en el Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC), la utiliza para imprimir miniórganos, maquetas en miniatura de órganos humanos que 



 En concreto, el laboratorio de Núria es especialista en el diseño de miniriñones, unos miniórganos que, como los pulmones y el corazón, también contienen la puerta de entrada del coronavirus a nuestro cuerpo: el receptor celular ACE2. Por tanto, los riñones en miniatura se convirtieron en un buen modelo de estudio para identificar fármacos que bloqueasen el efecto del virus e impidiesen que SARS-CoV-2 entrase en la célula para replicarse y seguir infectando. “Yo ya empecé a leer, a descargarme artículos científicos y empecé a empollar”, dice sobre los inicios de la covid-19. Los primeros resultados de la investigación se publicaron en la revista Cell. “Yo estaba con el corazón partido porque en casa tenía muchas preocupaciones pero en el laboratorio las noticias eran muy buenas”, se sincera sobre sus contradicciones en pleno confinamiento. “Es la primera vez que realmente estoy viendo que lo que estamos haciendo vale en un tiempo supercorto. Es como un sueño hecho realidad, pero en un momento tan loco o tan difícil como este”, dice sobre unos experimentos que en su laboratorio impulsaron cuatro mujeres.

“Yo estaba con el corazón partido. En casa tenía muchas preocupaciones pero en el laboratorio las noticias eran muy buenas”

Su caso se escapa de las estadísticas, que advierten que las investigadoras han publicado tres veces menos artículos sobre la covid-19 que sus compañeros hombres, según un estudio sobre la producción científica en plena pandemia de la revista BMJ Global Health. “Trabajas duro y eso tiene un retorno, no vamos a parar”, asegura con el tesón y la perseverancia de quien ha dormido tres horas al día durante las semanas más duras del confinamiento.  

Organoides para una enfermedad sin fármacos

La investigación en la que participa Núria Montserrat forma parte de un consorcio internacional que se gestó a mediados de febrero en un congreso sobre bioingeniería, la disciplina científica que permite diseñar los riñones en miniatura. El tema de conversación en los pasillos de la conferencia, organizada por el IBEC y la sede en Barcelona del Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL, por sus siglas en inglés), no eran los miniórganos: “Todo el mundo ya estaba muy pendiente de lo que pasaba con el coronavirus, que todavía no había llegado con fuerza a Europa”. Justo aquel día la Organización Mundial de la Salud (OMS) bautizó la enfermedad con el nombre de la covid-19 y todavía no había declarado la pandemia de coronavirus.
El grupo de investigadoras liderado por Núria Montserrat. / IBEC
El grupo de investigadoras liderado por Núria Montserrat. / IBEC
Los días posteriores al encuentro, y a distancia, los científicos se organizaron para encontrar fármacos para una enfermedad huérfana de tratamientos. El IBEC diseñaba miniriñones humanos –un proceso para el que se necesitan 16 días–, el Instituto Karolinska los infectaba con el virus de un paciente sueco que había sido diagnosticado en enero de la covid-19 y el Instituto de Biología Molecular de Viena (Austria) y la Universidad de British Columbia en Vancouver (Canadá) coordinaban el estudio, liderado por el genetista e inmunólogo Josef Penninger, que lleva veinte años trabajando en la interacción virus–huésped, y había asistido al congreso en Barcelona.

En Barcelona, su equipo de investigadoras diseñaba miniriñones que enviaba a Estocolmo, donde los infectaban con el virus de un paciente diagnosticado en enero

Mientras tanto, el número de muertes e infecciones se sucedían en el norte de Italia, que se había convertido en el primer foco europeo de la pandemia. “Empecé a comentar a la gente italiana del laboratorio si querían volver a casa, porque la cosa pintaba que en algún momento iban a cerrar las fronteras”, cuenta sobre aquellas semanas de febrero. “Los estudiantes más jóvenes me decían que era una exagerada”, pero Montserrat ya evitaba el contacto social y viajar en transporte público en hora punta. “Yo estaba bastante paranoica”, admite cuando sigue contando que compró mascarillas, alcohol, guantes y comida para casa.  

Minirriñones que vuelan solos en pleno estado de alarma

Más allá del reto científico, en pleno confinamiento uno de los desafíos de la investigación fue mandar los miniriñones en avión desde Barcelona a Estocolmo. Durante las semanas más duras de la pandemia no había conexión aérea directa entre España y Suecia, por eso los minirriñones tenían que volar vía Alemania.

“Hubo semanas muy negras en las que los minirriñones se quedaron en el aeropuerto de Frankfurt y pasamos muchos nervios”

“Tú los metes en un avión, viajan solos, en una caja a temperatura ambiente”, cuenta Núria sobre “el gran rompecabezas” de aquellos días, en los que la logística fue más complicada de lo habitual. “Hubo unas semanas muy negras en las que los minirriñones se quedaron en el aeropuerto de Frankfurt un día más, pasamos muchos nervios”. En casa tampoco paraba. Núria vive en pareja con sus tres hijos pequeños. “Hablaba con mi marido y le decía: ‘Madre mía, ¿cómo me he metido yo en esto ahora? Con los tres niños en casa, tan pequeños”. Y resume aquella sensación de una forma muy gráfica: “Para mí esto es como una especie de postparto eterno. Recuerdo los primeros días con esa sensación de estar en estado de alerta continuo e intentando dar soluciones a todo lo que venía”.
Derechos: Creative Commons

Análisis Dafo Googel keep


·         Debilidades



  •     Algunas limitaciones para PC que no encontramos en la versión para dispositivos móviles.

·         No permite dar formato al texto para destacar determinados elementos de las notas.

·         Las imágenes que permite incluir solo se pueden incluir en la cabecera por lo que no pueden ilustrar las notas en el contenido.

·         Errores ocasionales de sincronización (especialmente para las notas escritas a mano).

 

·        Fortalezas 



·         Permiten compartir las notas con distintas personas por lo que se convierte en una aplicación colaborativa.

·         Permite clasificar las notas según temas.

·         Permite asociar los temas con distintos colores.

·         Las notas se pueden anclar o clasificar permitiendo así que estén a la vista o no.

·         La posibilidad de ponerle alarmas tanto de hora como de ubicación hace que se pueda utilizar como recordatorio.

·         Admite la grabación de texto por lo que se pueden almacenar notas con la voz.

·         Podemos dibujar o marcar sobre la nota.

·         Posibilidad de reunir notas, dibujos, recortes de pantalla y comentarios de audio de las personas

·          Guarda los datos automáticamente a medida que la persona usuaria realiza modificaciones en su archivo.

·         -Posibilidad de resaltar las notas o recordatorios con las etiquetas Importantes y Tareas pendientes.

·          


·        Amenazas


  • ·        Evernote, que sí permite utilizar webcam en la versión web.
  • ·        Existen muchas aplicaciones de notas similares: Outline, Evernote, Simplenote, One Note, Wunderlist, o, Memonic.

 

 

·        Oportunidades



  • ·        Sincronización con otras herramientas de Google
  • ·        Puede llegar a ser una aplicación de notas que cubra un campo mucho mayor

·        Que se use a través de su app, pues actualmente las personas trabajan mucho desde el móvil.

·        Su posible uso en la educación, como herramienta de trabajo del estudiantado.

 El genially en este dirección 

 https://view.genial.ly/6003f97b9680a90d013320ad/horizontal-infographic-review-genially-sin-titulo


viernes, 15 de enero de 2021

Las científicas del coronavirus, episodio 3: test



Laura Lechuga: “Si se hubiera apostado por tecnologías rápidas de detección, no estaríamos así”

Laura Lechuga lidera un proyecto de investigación europeo para conseguir un test fiable, portátil y barato que identifique en menos de 30 minutos la infección por SARS-CoV-2. En el tercer episodio de esta audioserie, la investigadora del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología explica cómo organizó el consorcio de investigación internacional en tan solo ocho días y la angustia con la que vivió las semanas previas a la declaración de la pandemia.
La investigadora del CSIC Laura Lechuga, en su laboratorio / ICN2
Los test de detección han cambiado la vida de muchas personas. Desde una prueba de embarazo para salir de dudas hasta el control de glucosa en sangre con un simple pinchacito en el dedo. Este test mejoró radicalmente la calidad de vida de las personas diabéticas. “Mi abuela empezó con diabetes a los 40 y pocos años y yo la recuerdo muy amargada, porque en aquel momento lo único que le dejaban comer era una verdura y una patata cocida”, recuerda la investigadora Laura Lechuga (Sevilla, 1962) sobre un detector que tardó veinte años en llegar del laboratorio al mercado. En la pandemia de coronavirus, una de las pocas herramientas para contener la covid-19 es hacer test de detección, similares a los de la diabetes o el embarazo, para identificar a los casos positivos y cortar las cadenas de transmisión. “Test, test, test”, repetía con su inglés de acento etíope Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Precisamente, las técnicas de diagnóstico, junto con las vacunas y los tratamientos, han centrado los esfuerzos de la investigación internacional en esta crisis sanitaria global. Ya a finales de enero, ante la amenaza de una pandemia inminente, la Unión Europea lanzó la primera convocatoria de urgencia para financiar proyectos científicos contra la covid-19. Laura Lechuga, líder del grupo de biosensores del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2), propuso un test de detección rápido, portátil, barato y fiable: “Nos repartimos el trabajo entre Jessica, María, Carmen y yo. Entre las cuatro escribimos el proyecto once horas al día en menos de ocho días”, recuerda. Su propuesta, de nombre proyecto CoNVat, fue seleccionada. En aquella primera convocatoria, Laura se convirtió en la responsable del único consorcio europeo coordinado desde España. El objetivo, a dos años vista, es el desarrollo de un dispositivo que en menos de media hora detecte el nuevo coronavirus y cuantifique la carga viral de la persona. “En ciencia intentas ir lo más rápido posible, pero tiene sus tiempos”, se defiende ante las prisas por tener a punto esta tecnología.

Laura Lechuga propuso a la Unión Europea un test de detección rápido, portátil, barato y fiable: “Nos repartimos el trabajo entre cuatro compañeras. Escribimos el proyecto en menos de ocho días”, recuerda

Actualmente, las PCR siguen siendo la mejor prueba para detectar los casos de coronavirus, pero esta tecnología es lenta y costosa, ya que se necesitan equipamientos y técnicos especializados para procesar la muestra, así como reactivos muy demandados por todo el mundo a causa de la pandemia. “Con la covid-19 se ha visto que si hubiéramos apostado mucho más por tecnologías rápidas y portátiles no estaríamos como estamos, porque ahora está todo centralizado en laboratorios”. Lechuga es experta en biosensores, test muy sofisticados que sirven para detectar de forma rápida y fiable biomarcadores de enfermedades como la tuberculosis, la sepsis y el cáncer. “A mí me gusta hacer cacharritos”, cuenta con gracia. Ahora trabaja para desarrollar un biosensor, de escala nanométrica, que contiene un anticuerpo que identifica las proteínas que recubren el SARS-CoV-2. En caso positivo, el chip emite luz para confirmar la infección.  

Los murciélagos, embrión del proyecto

La génesis del proyecto CoNVat es anterior a la del nuevo coronavirus, aunque ambos compartan, seguramente, el mismo origen: los murciélagos. El profesor de la Universidad de Barcelona (UB) Jordi Serra-Cobo, investigador en el Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio), hace treinta años que se dedica a la vigilancia epidemiológica. Se trata de un trabajo tedioso, ya que debe transportar muestras de murciélagos y roedores, que son los reservorios animales de estos virus, hasta el laboratorio para analizarlas y hacer un seguimiento de estos patógenos. “Jordi siempre me decía: ‘Un día estos coronavirus nos van a dar un susto’. Tú fíjate”, recuerda Laura sobre sus primeras conversaciones con Serra-Cobo, en las que el investigador quería convencerla para diseñar un biosensor que le evitase cargar con las muestras. “En aquel momento, ¿a quién le interesaban los murciélagos y la vigilancia y el seguimiento de los virus?”, explica Lechuga sobre la falta de convocatorias para conseguir financiación.

El primer año del proyecto harán medidas con muestras de pacientes de la covid-19 para poner a punto el detector. Al año siguiente, lo volverán a probar con muestras de animales que transportan virus, como los murciélagos

Pasaron los meses hasta que el 30 de enero salió la convocatoria rápida frente a la covid-19 de la Unión Europea, en el marco de Horizonte 2020, y lo llamó: “Yo no conozco a los grupos de coronavirus, pero creo que esto es muy adecuado para lo que queríamos hacer”. Y así nació el consorcio de investigación entre la UB, la Universidad Aix-Marsella (Francia) y el Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas (Italia), coordinados por el grupo de Laura en el ICN2. El primer año del proyecto los investigadores están focalizados en hacer medidas con muestras de pacientes de la covid-19 para poner a punto el detector. Al año siguiente, lo volverán a probar con muestras de animales que transportan virus, como los murciélagos que investiga Serra-Cobo, para desarrollar el dispositivo portátil. Además, también intentarán adaptar el biosensor para el análisis serológico y detectar y cuantificar anticuerpos en sangre. La experta señala que “nunca antes se habían puesto tantos científicos a trabajar de manera conjunta ni tantos recursos a disposición de la comunidad científica”, pero también es crítica con la avalancha de publicaciones, muchas de dudosa calidad, que se están difundiendo durante la pandemia: “Mucha basura no se tenía que haber publicado. He visto compañeros que han publicado, incluso en Twitter: ‘Mirad, tengo estas medidas con un biosensor’... Y bueno, yo tengo esas medidas y no se me ocurre ni enseñarlas”. Para ella, la pandemia solo ha traído algo positivo: el fin de los viajes de trabajo constantes. “Hacía de 40 a 60 viajes al año, ya tenía alergia a hacer la maleta para volar... y no he vuelto a pisar un aeropuerto”. En sus próximas vacaciones hará la maleta para irse a su casa del pueblo, donde vivió su abuela.
Fuente:
SINC
Derechos: Creative Commons

miércoles, 13 de enero de 2021

Las científicas del coronavirus, episodio 2: vacunas

 

sabel Sola: “A veces siento decepción por no poder dar una vacuna de forma inmediata”

Con 25 años de experiencia a sus espaldas, Isabel Sola es una de las personas en España que más saben de los coronavirus y sus vacunas. Desde enero, en su laboratorio del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC Sola y su equipo están desarrollando su propia vacuna contra la covid-19. En el segundo capítulo de la audioserie la experta habla sobre las esperanzas, las reticencias y el ‘vacunacionalismo’ de algunos líderes.

 

Isabel Sola en su laboratorio en febrero de 2020, antes de que se declarase la pandemia. / Álvaro Muñoz, SINC

Las vacunas contra la covid-19 son la gran esperanza de esta pandemia. Millones de personas tienen puesta la atención en que aparezca un antídoto que nos permita recuperar la normalidad, entre ellas, la madre de la viróloga Isabel Sola (San Adrián, Navarra, 1967). “Y no se la puedes dar de forma inmediata, porque no es posible, entonces a veces tienes esa sensación de cierta decepción aun sabiendo que estás haciendo todo lo posible”, explica desde el Centro Nacional de Biotecnología (CNB–CSIC).

Después de 25 años de investigación en coronavirus, ella es una de las personas en España que más sabe sobre estos patógenos, aunque parece que la afirmación le incomode: “Podemos saber quizás algo más de coronavirus, pero lo cierto es que en estos momentos casi cualquier persona de la sociedad ha recibido un curso acelerado”. Su discurso es humilde, pausado y muy divulgativo. “Siempre me he preguntado por qué… cómo funcionaban las cosas”, asegura sobre su curiosidad.

El laboratorio de Sola, que codirige junto al virólogo español Luis Enjuanes, es uno de los tres equipos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que están desarrollando vacunas contra la covid-19. En su caso, cuentan con la experiencia de haber diseñado prototipos de vacunas contra anteriores coronavirus, como el SARS y el MERS, pero aquellas candidatas se quedaron en un cajón: “Desapareció el peligro inminente y con todo eso también la financiación”.

“No somos conscientes de que los coronavirus tienen la capacidad de volver a emerger. No el mismo necesariamente, sino otro, con otras propiedades particulares, pero que va a compartir muchas cosas que ya conocemos”

Pero Sola va más allá y es crítica con esta mirada cortoplacista de la inversión en ciencia: “No somos conscientes de que los coronavirus son virus emergentes con potencial pandémico y tienen la capacidad de volver a emerger. No el mismo necesariamente, sino otro, con otras propiedades particulares, pero que va a compartir muchas cosas que ya conocemos, precisamente por pertenecer a esa familia”.

La investigación y el conocimiento previos en anteriores coronavirus les da ahora cierta ventaja. El virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad de la covid-19, es idéntico en un 80 % al SARS-1, que emergió en 2002 en China. Pero Sola subraya que hay un 20 % de su secuencia que lo hace diferente y singular: “A diferencia de los otros coronavirus, tiene un espectro muy amplio de severidad y hay casos que son muy poco sintomáticos, muy leves, y otros que son muy severos y llevan a la muerte”.

Decenas de candidatas contra una sola enfermedad

En el mundo hay unas 200 candidatas a vacunas, según el rastreador de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Isabel considera esta diversidad “enriquecedora”, siempre y cuando se diversifique “con cierto sentido común”. Por eso defiende que se apoyen distintos proyectos a la vez.

Según explica Sola, si visualizamos la búsqueda de vacunas como un ataque frente al enemigo, una diversidad de enfoques nos permite atacarlo desde distintos flancos. “Algunos de ellos quizás no sean eficaces, otros sí lo serán, o incluso dentro de los que sean eficaces y sean seguros, cada uno puede serlo para un determinado grupo de población”, asegura.

Si visualizamos la búsqueda de vacunas como un ataque frente al enemigo, lo mejor es atacarlo desde distintos flancos. “Algunos de ellos quizás no sean eficaces, otros sí lo serán, o incluso cada uno puede serlo para un determinado grupo de población”

De entre las decenas de candidatas a vacuna, hay cuatro grandes maneras de conseguirlas.

La aproximación más clásica es el diseño a partir del virus entero, como la vacuna de la gripe o la del sarampión.

Otra opción es hacerlo a partir de otros virus que hagan de vehículo del material genético del SARS-CoV-2, como el proyecto del grupo de Mariano Esteban del CNB-CSIC o la de la Universidad de Oxford y la farmacéutica estadounidense AstraZeneca, que lo están probando a través de un adenovirus de chimpancé.

Las otras dos fórmulas consisten en diseñarlas, por un lado, a partir de sus proteínas o, por otro, de su material genético, la opción de Moderna, Pfizer y el laboratorio de Isabel Sola y Luis Enjuanes.

El prototipo del grupo coliderado por Sola es una versión simplificada y atenuada del SARS-CoV-2 que han conseguido gracias a una técnica de edición genética que se inventaron en su laboratorio hace veinte años para eliminar todos los elementos dañinos del virus y solo contar con los componentes imprescindibles para preparar la respuesta inmunitaria. Según la viróloga, dos de las ventajas de su candidata son que solo necesita una dosis y ofrece una respuesta más completa y duradera.

Este es el proceso que se sigue en el laboratorio de Sola y Enjuanes para el desarrollo de la vacuna. Infografía: José Antonio Peñas, SINC.

Esta carrera por las vacunas ha alimentado el populismo de líderes políticos, como Donald Trump o Vladimir Putin, hasta tal punto que incluso la OMS lanzó una voz de alarma ante el preocupante auge de nacionalismos. “El virus no entiende de fronteras ni de ideologías. Entender la protección como algo reducido a mi pequeña nación… ¡Esto es una pandemia! Y una pandemia afecta a todo el mundo”, exclama Sola.

“El virus no entiende de fronteras ni de ideologías. Entender la protección como algo reducido a mi pequeña nación… ¡Esto es una pandemia! Y una pandemia afecta a todo el mundo”

Otra de las problemáticas de esta crisis sanitaria son las reticencias a las vacunas provocadas, entre otros, por la rapidez del proceso, el secretismo en el desarrollo de algunas candidatas y las teorías de la conspiración alimentadas por los antivacunas. “Si no confiamos en una vacuna, ¿cuál es la alternativa? ¿Continuar viviendo como lo estamos haciendo ahora?”, se pregunta.

En su casa, sus hijos sufren por ella: “Tienes que tener cuidado, tú tienes factores de riesgo”, le dicen. La líder del laboratorio tiene bronquiectasias en el pulmón, pero lleva una vida completamente normal. “Ante una infección respiratoria, eres consciente de que te tienes que cuidar”, asegura, aunque confiesa que no suele pensar en la enfermedad por ella, sino por los que la rodean. “Mis hijos todavía no han 'volado', no tienen autonomía y ves que todavía eres, quizás, necesaria para ellos”, se sincera.

Las vacunas son la mejor estrategia para contener cualquier enfermedad infecciosa e impedir los contagios, pero su desarrollo requiere años de investigación. La que más rápido se diseñó fue la del ébola, en tan solo un lustro, pero la del VIH todavía no se ha conseguido. La viróloga es consciente de ello: “Esto es una carrera de fondo, no es algo que consigas en un par de meses, si te esfuerzas mucho. El desarrollo de una vacuna es algo mucho más costoso”.

Fuente:
SINC
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